Esta boda en Pazo da Merced, fue una de esas deseadísimas y súper esperadas. Llenas de incertidumbre, paciencia, aceptación y mucha calma. Sí, esta boda estaba prevista para celebrarse mucho antes, pero como ya estaréis imaginando, llegó la pandemia. Y os contaré que hay algo muy especial para todas aquellas personas que tuvieron que esperar tanto y tomar la difícil decisión de aplazar su boda una o dos años, y es que llega el día, y parece que todas las emociones se multiplican aún más. Llevaban tantísimo tiempo esperándolo. Y ahora sí, por fin.

Os contaré que esta historia ya es muy diferente a la gran mayoría. Esta es una boda de tres. Natalia, Jorge y su hijo Julen. El amor desde el que hablaban estaba en otro lugar. En las millones de experiencias compartidas juntos. En el camino y el reencuentro como pareja al hacerse padres. En el amor a todos los niveles. En los días de lluvia y en aquellos de un sol inmenso. La idea era que Natalia entrase con su padre y también con Julen. Pero él, en ese instante lleno de aplausos y miradas, prefirió quedarse atrás. Natalia, a los pocos minutos de abrazarse a Jorge, se levantó a por su niño, lo agarró entre sus brazos y le dio el pecho para calmarlo. Qué belleza de instante. El respeto de ambos hacia ese momento, el respeto a Julen, a lo que necesitaba y el respeto a Natalia como mamá. Como si el mundo dejase de existir en aquel lugar, como si nada más importase. Creo que no hubiera dejado de aplaudir en las siguientes horas si no fuese porque tenía que hacer fotos. Pero qué preciosidad de familia. Nos hicieron sentir en casa, arropados y envueltos de cariño. Disfrutaron cada minuto al máximo. Se quisieron a rabiar y lo demostraron a cada segundo.

Y, ¿sabéis qué? en realidad, su aventura, estaba a punto de volver a empezar aunque aún no lo sabían :)