Aquel día Silvia había planeado ir a un faro,
el faro de Teno.
Después subiríamos hasta Santa Cruz de Tenerife
y con nuestras cámaras haríamos carnaval.

Lo que ella no sabía era que la vida era todo
aquello que sucedía mientras tú tratabas de
planearla.


Acabamos en un invernadero abandonado,
jugando con la luz, el silencio y las ganas de crear,
de ser, de conocer
y de desear que no acabase ese momento.

Semanas después, con una libreta llena de planes,
mapas, fechas y rutas, voló a Tailandia.
Lo que allí sucede y sucedió nada tenía que ver
con lo que ella había escrito.

Y esa, esa era y es la magia más bonita
de aprender,
respirar y vivir.

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